Radiografía de un discurso contra las cuerdas: “A las compañeras víctimas de acoso las vamos a proteger” y otras nueve frases de Sánchez

Scritto il 05/07/2025
da Ángel Munárriz Fernández

El líder del PSOE, bajo el trauma del ‘caso Cerdán’ y recién impactado por la renuncia de Salazar, se ha afanado en tocar la fibra sensible de los suyos y en transmitir que aún hay esperanza.

En el peor momento desde que llegó a La Moncloa en 2018, Pedro Sánchez se dirigió este sábado al Comité Federal de su partido no solo en medio de una grave crisis por el caso Cerdán, sino también bajo el impacto de la renuncia esta misma mañana de uno de sus más estrechos colaboradores, Francisco Salazar, al que iba a dar un cargo dentro de la secretaría de Organización del PSOE, epicentro de la supuesta trama de corrupción, y que ha dicho adiós incluso antes de ocuparlo acusado de acoso a mujeres. La noticia ennegreció un panorama ya de por sí oscuro. Estas diez frases articularon el discurso de Sánchez, que ha tratado de tocar la fibra sensible de los suyos y transmitirles que aún hay esperanza.

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Objeto de críticas por una reacción tras los audios del caso Cerdán que algunos consideran defensiva y poco terminante, Sánchez tiró de símiles marineros para presentarse como un líder de los pies a la cabeza que no se arredra ante la adversidad. Y que se queda no por afán de poder —como le afea la oposición—, sino para cumplir con un mandamiento que silabeó despacio: "Responsabilidad". "La decepción es grande —afirmó—, pero la responsabilidad de que España siga avanzando es aún mayor". El mensaje concuerda con el que este viernes ofreció a dirigentes feministas en una reunión: “Si pensara que yéndome a mi casa evitaría el acoso que estamos sufriendo sobre el Gobierno, sobre el PSOE, lo haría. Pero estoy convencido de que lo empeoraría". 

Sánchez no puede negar lo obvio: él mismo nombró a José Luis Ábalos y a Santos Cerdán y le es imputable una responsabilidad al elegirlos y vigilarlos. "Fui yo quien confió en ellos", afirmó, personalizando en ese punto la culpa. Pero se esmeró en dejar claro que nunca supo nada de sus manejos, algo de lo que nadie lo ha acusado aún en el partido pero que inevitablemente flota como hipótesis dentro y fuera. El mayor temor en el PSOE es, de hecho, que alguna averiguación de la UCO pudiera comprometer al presidente. Sánchez insistió en una idea que ha repetido desde la publicación de los audios. Ha sido víctima de una "traición dolorosa". "No supe descubrir qué había detrás" de Ábalos y Cerdán.

Además de la crisis general, Sánchez tenía que capear un problema inmediato: la renuncia de Salazar tras las acusaciones de acoso publicadas por eldiario.es. El líder socialista no aludió directamente al caso, pero sí destacó que su partido dispone de canales para denunciar. Las revelaciones sobre los supuestos "comportamientos inadecuados" de Salazar, que él ha negado, restaron protagonismo al balance y los anuncios con los que Sánchez pretendía ganar algo de aire. Lo ocurrido parece confirmar una impresión pesimista que cunde en el PSOE: que ni Sánchez, ni su Gobierno, ni el partido vayan a ser capaces de romper una inercia negativa que les impide marcar la agenda. 

– A ti te gusta más Ariatna. 

– No sé, la Carlota se enrolla que te cagas.

Este corte de las conversaciones entre Koldo García y José Luis Ábalos ha sido demoledor para el PSOE. No es solo un caso de supuestas mordidas, además hay cosificación de las mujeres al preparar una cita . Si la corrupción impacta en el relato fundacional de Sánchez como líder, la degradación de la mujer es un torpedo contra el discurso feminista del PSOE. "Hemos escuchado unos audios que revelan un machismo incompatible con nuestros valores, principios y objetivos", afirmó Sánchez, que colgó varias medidas de esa reflexión. La primera, ya conocida, la "expulsión inmediata" de los militantes que "paguen por tener sexo". Además, afirmó que habrá un refuerzo del Protocolo de Prevención e Intervención frente al Acoso Sexual, "garantizando la confidencialidad, y protegiendo a la denunciante de cualquier represalia". 

Sánchez se resiste a aceptar —al menos, íntegramente— la crítica según la cual como presidente del Gobierno y líder socialista ha postergado la agenda anticorrupción, dejándola en un segundo plano. Aceptó que "no ha sido suficiente", como ha quedado patente, pero solo tras desgranar lo ya hecho —código ético para cargos públicos y orgánicos, doble auditoría financiera de las cuentas del PSOE, ley de protección de los informantes, inicio de los trámites de la ley de lobbies— y contrastar la reacción de los socialistas ante la corrupción con la del PP durante la etapa de su último presidente del Gobierno, al que se refirió en dos ocasiones como "M punto Rajoy", por cómo aparecía en los papeles de Luis Bárcenas. A continuación, desgranó trece medidas anticorrupción más dentro de su partido. Siempre, con el mismo subrayado: a diferencia del PP, el PSOE sí hace limpieza. Si Sánchez tiene un asidero al que aferrarse, es que el partido que pretende apartarlo del poder no se caracteriza por una trayectoria limpia de escándalos. El presidente sabe que en esa herida puede hurgar y este sábado volvió a hacerlo.

Sorpresa en Ferraz: Sánchez, que después calificaría al PSOE como "faro de esperanza para millones de progresistas en España, en Europa y en el mundo", utilizó a Donald Trump como fuente de autoridad, rescatando unas declaraciones, vertidas dentro de un ataque al Gobierno por rechazar la subida del gasto militar al 5% del PIB, en las que sustuvo que la economía española va "muy bien". Eso le dio a Sánchez una percha —aun aclarando que Trump está "en las antípodas" de sus ideales— de la que colgar la reivindicación de los méritos de la gestión de su gobierno con algunos datos: 22 millones de afiliados a la Seguridad Social, la menor tasa de paro desde antes de la Gran Recesión, una subida del 61% del salario mínimo. Todo ello desmiente, según Sánchez, la acusación de que el PSOE se ha entregado a la "dictadura woke", como le suele decir Vox, cuyo mensaje progresa entre los jóvenes. La alusión a Trump, aunque pronunciada con un punto de sorna, no suscitó el aplauso de la concurrencia. 

Frente a la acusación de liderar un Gobierno paralizado —acusación aquilatada por su incapacidad para aprobar presupuestos—, Sánchez se esmeró en reivindicar no solo sus logros económicos, sino la relevancia internacional de España, que a su juicio queda patente con su destacado papel como defensor del multilateralismo en la Cumbre de Sevilla, con su condición de "único país que le dijo a Estados Unidos y a la OTAN" no al 5% en gasto militar —aquí sí hubo aplausos— y con su liderazgo en la denuncia de los crímenes del Ejército de Israel a las órdenes de Benjamin Netanyahu —aquí también saltaron aplausos—. El presidente recurre con ello a posiciones que no solo son recibidas con calidez por los suyos, sino también por su socio de Gobierno, Sumar, presionado por Podemos desde fuera y que con más motivo que nunca a raíz del caso Cerdán necesita todo lo que pueda reunir para justificar ante sus bases que merece la pena seguir en el Ejecutivo.

Hubo mucho de balance en el discurso, que sin embargo trató de transmitir la idea de que no solo queda reivindicar ante la sociedad lo que se ha hecho, sino ilusionarla con lo que hay por delante. Insistió en ello: el Gobierno sigue y seguirá, porque tiene tarea de sobra. Y lo hará, dijo, porque quedan avances por completar —contra la corrupción, por el derecho a la vivienda, por ejemplo– y porque lo ya conseguido está "amenazado" si llegan "la derecha y la ultraderecha". No sigue en en la presidencia, dijo de varias formas distintas, por un afán de poder, como le reprocha la oposición, que lo presenta como un adicto a la poltrona, sino por sentido del deber. Sánchez se quitó por un momento la que ha sido su etiqueta clásica, la "resistencia", incrustada incluso el título de su libro Manual de resistencia, un sustantivo sobre el que una fuente de Ferraz señalaba antes del Comité que podía transmitir una imagen "épica, muy del presidente", pero también de líder "agónico y a la defensiva". El Sánchez de este sábado no quería parecer "resistente", o no únicamente, sino a la ofensiva.

En este sábado de contrastes, con el PP viviendo un plácido congreso a mayor gloria de Alberto Núñez Feijóo y el PSOE contra las cuerdas, Sánchez trató de atacar uno de los flancos más desguarnecidos de los populares: la inconcreción sobre sus planes de futuro en asuntos en los que tienen contradicciones internas. El líder socialista dibujó la única alternativa posible a un gobierno presidido por él como uno integrado por el PP y Vox, que llevaría al "retroceso". Recurriendo a un esquema clásico de su repertorio, presentó a Feijóo y a Santiago Abascal como los defensores de "los poderosos", los que creen que España "es su cortijo" y los que llevan "el privilegio impreso en la sangre y el apellido", en contraste con la "gente buena, gente honrada, gente trabajadora, gente humilde" del PSOE. He ahí una disyuntiva a la que con toda seguridad acudirá Sánchez: o un Gobierno del PSOE que sube el salario mínimo y planta cara incluso a Trump o un Gobierno reaccionario al servicio de los poderosos.

La política no para. Mientras muchos especulan con un adelanto de las generales que Sánchez no mencionó ni como hipótesis, hay previstas elecciones autonómicas en 2026 en Castilla y León y en Andalucía, donde el PSOE ha hecho una apuesta fuerte poniendo como secretaria general a su número dos y ministra de Hacienda, la vicepresidenta María Jesús Montero, que tiene las encuestas muy cuesta arriba. Aprovechando que el Comité Federal la ratificó este sábado como candidata, Sánchez le dedicó el más largo elogio de todos los dispensados en su alocución. "Quiero expresar mi profundo respeto a María Jesús por su labor al frente de la Vicesecretaría General del PSOE", declaró, justo cuando el PP y Vox la tratan de presentar como una íntima aliada de Cerdán y Ábalos, que estaría por ello —a su juicio— quemada desde el principio de la carrera.