Los escarabajos peloteros se orientan en la noche siguiendo la dirección de la Vía Láctea. No les faltó motivo a los antiguos egipcios para venerarlos. Un escarabajo pelotero, una vez completada su bola de estiércol, se sube a ella y da vueltas para abarcar así la bóveda celeste, y una vez determinados sus puntos luminosos esenciales empuja hacia el nido la bola que será su alimento. Un murciélago solo sale a cazar al final del crepúsculo, y, aunque no es ciego, encuentra a sus presas mediante un sistema de ecolocalización muy parecido al de las ballenas. En una noche bien oscura, un solo murciélago llega a comerse unos tres mil mosquitos, y si es de las variedades no carnívoras es capaz de polinizar tantas flores como una abeja, o como una de las polillas o mariposas nocturnas atraídas por las flores que solo abren sus corolas después del anochecer. Las arañas cangrejo gigantes obtienen una imagen completa del cielo nocturno gracias a sus ocho ojos. Exactamente, el mismo gen se ocupa de regular la adaptación de todos los organismos vivos al tránsito entre el día y la noche, la luz y la oscuridad: desde los crustáceos diminutos que flotan en el mar hasta las ballenas monumentales que se alimentan de ellos; desde esas especies de hongos que se iluminan tenuemente de noche hasta el humano insomne que antes de acostarse se intoxicó la mirada y el cerebro con la claridad azulada de una pantalla sin saber que al hacerlo estaba privándose de la pócima natural y universal del sueño, la melatonina.
Un manifiesto por la oscuridad
Scritto il 06/12/2025
Ciudades en las que falta de todo compiten para ser las que más gastan en iluminaciones navideñas, en una especie de orgía de contaminación lumínica