Un manifiesto por la oscuridad

Scritto il 06/12/2025
da Antonio Muñoz Molina

Ciudades en las que falta de todo compiten para ser las que más gastan en iluminaciones navideñas, en una especie de orgía de contaminación lumínica

Los escarabajos peloteros se orientan en la noche siguiendo la dirección de la Vía Láctea. No les faltó motivo a los antiguos egipcios para venerarlos. Un escarabajo pelotero, una vez completada su bola de estiércol, se sube a ella y da vueltas para abarcar así la bóveda celeste, y una vez determinados sus puntos luminosos esenciales empuja hacia el nido la bola que será su alimento. Un murciélago solo sale a cazar al final del crepúsculo, y, aunque no es ciego, encuentra a sus presas mediante un sistema de ecolocalización muy parecido al de las ballenas. En una noche bien oscura, un solo murciélago llega a comerse unos tres mil mosquitos, y si es de las variedades no carnívoras es capaz de polinizar tantas flores como una abeja, o como una de las polillas o mariposas nocturnas atraídas por las flores que solo abren sus corolas después del anochecer. Las arañas cangrejo gigantes obtienen una imagen completa del cielo nocturno gracias a sus ocho ojos. Exactamente, el mismo gen se ocupa de regular la adaptación de todos los organismos vivos al tránsito entre el día y la noche, la luz y la oscuridad: desde los crustáceos diminutos que flotan en el mar hasta las ballenas monumentales que se alimentan de ellos; desde esas especies de hongos que se iluminan tenuemente de noche hasta el humano insomne que antes de acostarse se intoxicó la mirada y el cerebro con la claridad azulada de una pantalla sin saber que al hacerlo estaba privándose de la pócima natural y universal del sueño, la melatonina.

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